No temas al mañana


Dinosaurio persiguiendo a unos niños
Al darnos cuenta de que todos tenemos que dejar atrás experiencias sublimes para hacer frente a las vicisitudes habituales de la vida, permítanme brindar estas palabras de ánimo...
...En primer lugar, si en los próximos días no solo ven las limitaciones en las personas que los rodean, sino también encuentran elementos en su propia vida que aún no están a la altura de los mensajes que han oído... por favor, no se desanimen ni se den por vencidos. El Evangelio, la Iglesia y estas maravillosas reuniones semestrales tienen como fin dar esperanza e inspiración; no tienen la intención de desanimarlos. Solo el adversario, el enemigo de todos nosotros, trataría de convencernos de que los ideales... son deprimentes e irrealistas, que las personas realmente no mejoran y que nadie progresa en realidad. ¿Y por qué Lucifer nos dice esas palabras? Porque sabe que él no puede mejorar, que él no puede progresar, que durante toda la eternidad él nunca tendrá un futuro brillante. Él es un hombre miserable limitado por restricciones eternas, y quiere que ustedes sean miserables también. Bueno, no le crean. Con el don de la expiación de Jesucristo y la fortaleza de los cielos para ayudarnos, podemos mejorar; y lo bello del Evangelio es que se nos da mérito por esforzarnos, aunque no siempre lo logremos.
Cuando hubo una controversia en la Iglesia primitiva con respecto a quién tenía derecho a las bendiciones del cielo y quién no, el Señor declaró al profeta José Smith: “… porque de cierto os digo, que [los dones de Dios] se dan para el beneficio de los que me aman y guardan… mis mandamientos, y [para] los que procuran hacerlo”6. Pues, ¡qué agradecidos estamos todos de que se haya agregado esa estipulación: “y… que procuran hacerlo”! Eso ha sido un gran consuelo ¡porque a veces eso es todo lo que podemos ofrecer! Nos consuela el hecho de que si Dios fuese a recompensar solo a los que son perfectamente fieles, no contaría con muchos nombres en la lista.
De modo que recuerden, mañana y todos los días después, que el Señor bendice a aquellos que desean mejorar, que aceptan la necesidad de los mandamientos y tratan de guardarlos, que atesoran las virtudes semejantes a las de Cristo y se esfuerzan, al máximo de sus posibilidades, por adquirirlas. Si tropiezan en ese esfuerzo, también lo hacen los demás. El Salvador está allí para ayudarlos a seguir adelante. Si caen, soliciten Su fortaleza; clamen como Alma: “¡Oh, Jesús… ten misericordia de mí!”7. Él los ayudará a levantarse, Él los ayudará a arrepentirse, a reparar y arreglar lo que sea necesario y a seguir adelante; con el tiempo, lograrán el éxito que buscan.
“Se te concederá según lo que de mí deseares”, ha declarado el Señor.
“Pon tu confianza en ese Espíritu que induce a hacer lo bueno, sí, a obrar justamente…
[Entonces] todas las cosas que de mí deseares… [en] rectitud… recibirás8.
¡Me encanta esa doctrina! Dice una y otra vez que se nos va a bendecir por nuestro deseo de hacer lo bueno, aun mientras nos esforcemos por hacerlo; y nos recuerda que para tener derecho a esas bendiciones debemos asegurarnos de no negárselas a los demás: debemos tratar con justicia, nunca injustamente, nunca arbitrariamente; debemos andar con humildad, nunca con arrogancia, nunca con orgullo; debemos juzgar con rectitud, nunca con superioridad, nunca parcialmente.
Mis hermanos y hermanas, el primer gran mandamiento de toda la eternidad es amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza. Ese es el primer gran mandamiento; pero la primera gran verdad de toda la eternidad es que Dios nos ama con todo Su corazón, alma, mente y fuerza; ese amor es la piedra fundamental de la eternidad y debe ser la piedra fundamental de nuestra vida diaria. De hecho, solo si esa seguridad arde en nuestra alma podemos tener la confianza para seguir tratando de mejorar, seguir buscando el perdón de nuestros pecados y seguir extendiendo esa gracia a nuestro prójimo.
El presidente George Q. Cannon enseñó en una ocasión: “No importa la gravedad de la prueba, la profundidad de la angustia, cuán grande sea la aflicción, [Dios] nunca nos abandonará. Nunca lo ha hecho, y nunca lo hará. No puede hacerlo. No es parte de Su carácter [el hacerlo]... Él [siempre] estará a nuestro lado. Tal vez pasemos por el horno ardiente; quizás pasemos a través de aguas profundas; pero no seremos consumidos ni vencidos. Saldremos de todas esas pruebas y dificultades siendo mejores y más puros a causa de ellas”9.
Ahora bien, con esa majestuosa devoción resonando del cielo como el elemento constante en nuestra vida, que se manifiesta de manera más pura y perfecta en la vida, la muerte y la expiación del Señor Jesucristo, podemos escapar de las consecuencias del pecado así como de la insensatez —las propias o las de los demás— en cualquier forma en que se nos presenten en el curso de la vida diaria. Si damos nuestro corazón a Dios, si amamos al Señor Jesucristo, si hacemos lo mejor que podamos por vivir el Evangelio, entonces mañana, y todos los otros días, llegarán a ser, al final, algo maravilloso, aunque no siempre lo reconozcamos. ¿Por qué? ¡Porque nuestro Padre Celestial quiere que así sea! Él quiere bendecirnos. ¡Una vida gratificante, abundante y eterna es el objeto mismo de Su plan misericordioso para Sus hijos! Es un plan que se afirma en la verdad de “que para los que aman a Dios, todas las cosas obrarán juntamente para su bien”10. De modo que, sigan amando; sigan tratando; sigan confiando; sigan creyendo; sigan progresando. El cielo los está animando hoy, mañana y siempre.
Isaías clamó: “¿No has sabido? ¿No has oído…?
“[Dios] da fuerzas al cansado y multiplica las fuerzas del que no tiene vigor…
“Pero los que esperan en [Él] tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas…
“Porque… Jehová… Dios… [los sostendrá]… de la mano derecha y [les dirá]: No [teman], yo [los] ayudaré”11.
Hermanos y hermanas, ruego que un amoroso Padre Celestial nos bendiga mañana para que recordemos cómo nos sentimos hoy; que nos bendiga para que nos esforcemos con paciencia y perseverancia hacia los ideales que hemos oído proclamar, sabiendo que Su amor divino y ayuda infalible estarán con nosotros incluso cuando tengamos dificultades; no, estarán con nosotros especialmente cuando tengamos dificultades.
Si las normas del Evangelio parecen elevadas y lo que se necesita mejorar personalmente en los próximos días parece estar fuera de su alcance, recuerden el aliento que Josué dio a su pueblo cuando se enfrentaron a un futuro desalentador. “Santificaos”, dijo, “porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros”12. Declaro la misma promesa, es la promesa de esta conferencia; es la promesa de esta Iglesia; es la promesa de Él que efectúa esas maravillas, quien a su vez es el “Admirable, Consejero, Dios fuerte… Príncipe de paz”13. De Él testifico; de Él soy testigo; y para Él esta conferencia es un testimonio de su obra en curso en este gran último día. En el nombre de Jesucristo. Amén.
 - Jeffrey R. Holland
Lee el discurso completo:
Jehova hará mañana maravillas entre vosotros 

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